Por la H:. Lic. Magda Jacinto Beauregard
La historia nos cuenta que ya en la época prehispánica existía una fecha en la que se honraba a los muertos, y cuando los misioneros llegaron a estas tierras de América, al buscar la manera de enseñarles la religión a los pobladores de este nuevo mundo, encontraron que los indígenas celebraban cultos con los que reverenciaban a sus antepasados difuntos. Fue más fácil, entonces, la implantación de este día especial, en el que se fundieron los ritos de las dos culturas.
Dos de noviembre. ¡Día de Muertos! Olor a velas de sebo, que se encienden antes de la medianoche de la víspera, para alumbrar el camino a las ánimas que vuelven ese día a compartir con los vivos.
Altares con sus cortinas de papel crepé, blanco y morado. Palias bordadas a punto de cruz. Flores blancas, “mano de león”, fotos del difunto. Humo del estoraque. Aroma de los racimos de guayapul. Maneas de carne de puerco, totopostes, pozol, dulce de conserva de Tornolargo, de oreja de mico. Tortillitas, turuletes. Café. Chocolate. El licor que le gustaba al difunto. Su comida preferida. Pencas de plátano. Las mitades de naranja agria, que sirven como base a las velitas de sebo que iluminan los altares.
El crucifijo, el rosario, imágenes de los santos, devoción del difunto. Rezos que se repiten, intermitentemente, todo el día. Cánticos a las ánimas, rogando por el perdón de sus penas. “Salgan, salgan, salgan, ánimas de pena, que el rosario santo rompa sus cadenas”.
Compartir con los amigos y familiares, los platillos preparados, especialmente, para ese día. Visita a los panteones, para llevar flores a esas tumbas recién lavadas o pintadas, encender velas, veladoras, ofrecer el bálsamo de los misterios del rosario. Y en la noche, la despedida a las ánimas, con velas, rezos y cantos, para que tengan un buen regreso el año siguiente.
Costumbres que aún prevalecen, afortunadamente, en el alma de nuestras comunidades rurales, en las de raíces indígenas, en los nobles creyentes de nuestros municipios; costumbres que han ido pasando de generación en generación, luchando contra el embate de las ideas extranjeras, traídas por quienes consideran que preservar nuestras tradiciones les resta categoría, que son cosas de gente ignorante, cuando los ignorantes son ellos, los que reniegan de sus raíces, del rico legado de nuestra cultura.